Capitulo 2:
Observando y sustentando nuestras vidas
La sociología nunca termina
en nuestras vidas. Este tren consigo formas cambiantes y complejas de interacción
entre libertad y dependencia. En algunas instancias gente criada en pequeñas
comunidades rurales pueden encontrarse perdida en una ciudad extraña en la que
la indiferencia hacia los extranjeros producen sentimientos de desamparo,
exacerbados por el volumen del transito, las multitudes que ocurren y la arquitectura.
Estos cambios tienen el potencial
de poner en duda e incluso socavar los logros de nuestros modelos de
socialización y requerir entonces una reestructuración radical de nuestras
acciones y de las normas que orientan nuestra conducta.
Nuestra libertad tampoco es
completa nunca. Nuestras acciones presentes están conformadas e incluso
forzadas por nuestras acciones pasadas; nos encontramos enfrentados cotidianamente
un costo que varia con las circunstancias y mientras miramos buscando nuevas
oportunidades y cosas a las que aspiramos la viabilidad y la posibilidad de “recomenzar
“se vuelven remotas después de cierta edad.
Podemos decir que la
relación entre libertad y dependencia es un indicador de la posición relativa
que una persona, o una categoría de personas, ocupa en una sociedad.
Ahora considere que, entre
todas las personas que tienen influencia en como usted conduce su vida y en que
elecciones puede y no puede hacer, las personas que usted efectivamente conocen
son solo una ínfima porción de aquellas, e incluso las que efectivamente
encontramos en nuestras vidas se nos aparecen con distintas condiciones.
El contenido de las
interacciones que se dan en estos lugares puede ser funcional, por ejemplo,
cuando se retira dinero de un banco, se hace una visita al dentista o se compra
comida en un negocio.
Las preguntas íntimas están
fuera de lugar en tales circunstancias y a menudo se las ve como violaciones
injustificada de lo que, en relación con el encuentro, consideramos nuestra
privacidad.
Aunque la proximidad
conforma un episodio de interacción social, eso no nos dice nada sobre la
calidad de la experiencia de interacción social que puedan tener los
participantes.
Dejando de lado a los que
son nuestros contemporáneos, hay otros que caen dentro de nuestros mapas
metales como predecesores y sucesores.
Nuestra comunicación con
ellos es unilateral e incompleta.
Podemos proyectar futuros
imaginarios, pero no podemos “conocerlos”. Sin embrago, no es raro que el
científico de nuestros días se sienta motivado por el genero de la ciencia
ficción y por la posibilidad de acciones contemporáneas que imaginen las
posibilidades que abriga el futuro.
Nuestra capacidad para hacer
distinciones y divisiones en el mundo también incluye la que hay entre
“nuestro” y “ellos”.
A veces en sociología la
distinción entre “nosotros” y “ellos” se presenta como una distinción entre
grupos de pertenencia y grupos de no-pertenencia.
Sedimentan, por así decir,
en nuestro mapa del mundo en los dos polos de una relación antagónica y esto
hace que ambos grupos sean “reales” para sus miembros respectivos y proporciona
la unidad y coherencia interna que se imagina que poseen.
La disposición a cooperar
dentro de los límites del grupo requiere del rechazo a cooperar con el
adversario como apoyo. Es como si necesitáramos del miedo a lo salvaje para
sentir seguridad. Los que podría llamarse, seguimiento al sociólogo francés
Emile Durkheim, una “comunidad” o “vinculo común”.
La ayuda mutua, la
protección y la amistad, por lo tanto, se convierten en las reglas imaginarias
de la vida en el grupo de pertenencia, todas las cuales hacen percibir las
relaciones dentro de ese contexto como cálidas emocionalmente, imbuidas de
simpatía mutua y capaces de inspirar lealtad, tal como nos hacen percibir la determinación
requerida para la defensa de los intereses del grupo.
Aunque a menudo los
imaginamos como si fuesen pequeños grupos íntimos con los que sentimos
familiaridad, se trata en realidad de comunidades imaginarias. Mientras a
menudo se caracterizan por compartir lenguas y costumbres, también están
divididos en sus creencias y sus prácticas.
El proceso de purificación
requiere de un disciplinado y habilidoso cuerpo de activista cuyas prácticas
agreguen plausibilidad a la imaginaria unidad de intereses y creencias.
El prejuicio –como el
rechazo a admitir virtud alguna que los enemigos puedan poseer o la tendencia a
magnificar sus vicios reales e imaginarios- nos impide aceptar que sus
intenciones puedan ser honestas. El prejuicio también se manifiesta en los
estándares de doble moral.
La predisposición al
prejuicio no se distribuye uniformemente. Puede manifestarse en actitudes y
acciones racistas o, de una manera más general, en xenofobia como odio a todo
lo “foráneo”.
El resultado puede inducir
sentimientos de perdida de control de la situación y entonces el cambio puede
causar resentimiento y/o ser resistido.
El resultado de estas
transformaciones de las condiciones sociales puede ser la necesidad de defender
“los viejos modos” contra los recién llegados que representan los “nuevos
modos” y se vuelven entonces sujetos de resentimientos.
La compleja relación entre
los establecidos y los que vienen de afuera sirve muy bien para explicar una
amplia variedad de conflictos entre los grupos de pertenencia y los grupos de
no pertenencia.
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